Me imaginaba a muchas personas posando junto al temido Risto Mejide, más allá de su siempre adorada Virginia (Labuat), pero lo cierto es que si alguien me llega a hablar de esta fotografía del publicista justo a la caprichosa y polémica Paris Hilton, no me lo hubiera creído en absoluto. Pero Risto y Paris han coincidido en una fiesta y el jurado más cruel ha sacado su lado más afable.
Tras la macrofiesta que la Hilton montó en Zaragoza en honor a su escudería de 125cc, con Maverick Viñales en cabeza, Paris aterrizó en Barcelona y siguió –cómo no- de fiesta. Una juerga por todo lo alto que se celebró en uno de los locales de moda de la ciudad condal, con alfombra roja y medio centenar de fotógrafos esperándola en la puerta.
¿Será por qué Paris no cantó ni tiene ningún talento conocido más allá de su particular visión del marqueting? Si no hace nada en especial, no se le puede criticar nada, aunque aquel vídeo que rodó en Ibiza y los monos rosas en los que se embute para publicitar su escudería serían para criticar días y días.
Pero la Hilton parece estar por encima del bien y del mal. Con su chequera por delante se ha introducido en el mundo del motor y parece que ya se ha hecho un buen hueco: ha entregado incluso un cuadro de Marco Simoncelli al padre del piloto fallecido, una obra del pintor Ángel Urenga, que se le ha entregado en Barcelona.
A Paris nada le quita la sonrisa, ni siquiera la demanda que una empresa española le ha puesto por incumplimiento de contrato. Lo de ser una rica heredera y la reina de la publicidad y de los eventos debe dar mucha tranquilidad, desde luego.
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