El resultado es abultado porque tal que así fue la diferencia entre ambos contendientes sobre el luminoso castellonense. Quedó en evidencia las situaciones de uno y de otro. Los locales no encuentran la tecla ni a la de tres, siembran dudas allá donde pisan y tras el varapalo de Manchester llegaban al último partido del fin de semana con las fuerzas mentales justas. Raro será que el partido del miércoles ante nada más y nada menos que el Real Madrid no sea etiquetado por muchos como la última gran prueba de fuego de Juan Carlos Garrido al frente del Villarreal. Su futuro, de buen seguro, dependerá de lo que logre el Submarino Amarillo en el Santiago Bernabéu.
Quien tiene el puesto asegurado y no genera ningún tipo de dudas es Juan Ignacio Martínez. ‘JIM’ ha logrado asaltar un siempre terreno pantanoso como es el coliseo amarillo a base de buenas intenciones y, sobre todo, confianza. Porque el partido comenzó con los locales buscando la meta deMunúa, que tuvo que emplearse a fondo en una acción de Rossi que se topó con el uruguayo. Antes el que se había topado, pero con el travesaño, fue un lanzamiento de falta de Barkero. Transcurridos 17 minutos llegó la jugada del primer gol. Valdo la pone al área y Juanlu, llegado desde atrás, empalma el esférico para mosqueo de Diego López.
Se le ponía muy de cara la victoria al Levante, que volvió a mostrar su firmeza atrás para evitar el juego groguet, que cortaba a su antojo para ejecutar endiabladas contras que no hacían más que poner contra las cuerdas la retaguardia local. Antes del descanso, y tras dos intentos fallidos —uno de Koné y otro de Valdo—, una jugada a tres bandas que inició Barkero la prosiguió el ariete marfileño, que se revolvió en el área para servir de nuevo a Juanlu, que definió cuan delantero dentro en el área chica. Un excelente tanto que terminó de mermar al Villarreal y que otorgó un valor incalculable a la fe, la confianza y la casta de los granotas.
Con el viento (de Levante) en contra, al Villarreal no le quedó otra que salir a darlo todo en la reanudación. Hubo mejoría, pero no manera. Los pupilos de ‘JIM’ siguieron en sus trece, y aunque las advertencias sobre el marco de Munúa se acentuaron, ya fue tarde. Koné, el delantero que luce el atípico ‘2’ en su espalda, recibió el premio a su entrega. Ganó a su par por velocidad tras un robo de balón de sus compañeros y clavó un latigazo imparable para Diego López en el 58’. Y ahí, pese a los intentos locales, que reclamaron un penalti sobre Marco Ruben, murió el encuentro. No así el sueño levantinista: seis triunfos consecutivos y liderato en la Liga por primera vez en su historia. Como para pellizcarse.
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